lunes, 29 de septiembre de 2008

¿CRISTIANO Y POLITICO?

¿Es posible que convivan y actúen en un solo cuerpo un cristiano y un político? ¿Sería posible sin que el político destruya al cristiano o el cristiano anule al político? ¡No sería como meter una paloma y una serpiente en el mismo costal sólo porque Cristo dijo que seamos mansos como las palomas y astutos como las serpientes? Hablamos de una persona que asume el cristianismo en su dimensión integral, como una doctrina ético-religiosa, inmanente y trascendente. Porque bien es posible que se tomen los valores éticos del cristianismo como guía de la conducta pública y privada, dejando su dimensión religiosa para la vida privada. Es decir no confesarse públicamente como miembro de una confesión religiosa y, menos, decir que Dios le ha pedido a alguien que se relance a la lucha por el poder.

Hay que recordar que el Cristianismo, aunque su práctica puede tener consecuencias políticas, no es una doctrina creada para orientar la lucha por alcanzar y ejercer el poder. A Jesucristo se le acusó y condenó por político y por transgredir la religión Judía al declararse hijo de Dios y Rey de los judíos, aunque frente a tales recriminaciones declaró que su reino no era de este mundo y que había que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, separando claramente la política de la religión como para que nadie confundiera una cosa con la otra.

En lo que la política coincide con el cristianismo es en los fines éticos. La primera tiene como fin el bien común, es decir la creación de las condiciones materiales e inmateriales para que las personas individual y colectivamente puedan vivir dignamente, y el cristianismo manda amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Este amar al prójimo no sólo se mide por la relación de persona a persona, sino por la contribución que hagamos al bienestar de todos, dimensión social en la cual se tocan el cristianismo y la concepción de la política que heredamos de los griegos como el más noble servicio a la comunidad.

Al contrario, donde el cristianismo se aleja de la política es en su concepción de lucha por alcanzar y disfrutar del poder por parte de un grupo en perjuicio del bien de todos. La Constitución, al ordenar que para ser candidato se requiere ser del estado seglar, es decir no desempeñar funciones religiosas de carácter jerárquico, tiene claramente la intención de separar la religión de la política con un solo propósito: evitar que se manipule la conciencia religiosa de la gente con fines político-partidarios o que las religiones utilicen el poder para confrontarse como ocurrió en las famosas guerras de religión en Europa.

Hay otros dos criterios que impiden a la religión caminar de la mano con la política: el carácter absorbente de ambas actividades y su diferente naturaleza. En cuanto al primer criterio cabe la frase del Evangelio de que nadie puede servir a dos señores al mismo tiempo, porque quedará mal con uno o con el otro. La religión exige entrega total y la política, también. El celibato en la Iglesia Católica responde a esa exigencia de entrega total. La política, entendida en su dimensión ética, también es absorbente. En cuanto a la naturaleza de ambas actividades, la política es una actividad cuyos fines son exclusivamente terrenales, porque el ángel que quiso hacer política en el cielo al disputarle el primer puesto a Dios, fue expulsado y todavía dicen que anda por ahí buscando almas para su partido. El cristiano, en su dimensión religiosa, tiene un pie en la tierra y el otro en el cielo, porque trabaja para hacer que el ser humano se reconcilie con Dios y recibe de esa manera las promesas contenidas en el Evangelio de Cristo.

Max Weber, en su librito el Científico y el Político, señala otro criterio para marcar la diferencia ente la política y la religión, entre el político y el profeta. Dice que el primero se rige por la ética que él llama de responsabilidad y el profeta por la ética de la convicción. Eso significa que el cálculo en lo que dice y hace es inherente a la conducta del político porque no puede decir o hacer sino aquello que favorece a los intereses que representa, es decir los intereses de su nación. Si algo puede perjudicar esos intereses o sus propios objetivos, está obligado a callar y si su ética no es muy fuerte, a mentir.

El profeta, por el contrario, no es una misión a cargo de un hombre, sino un hombre entregado a una misión que lo trasciende. El cálculo, aunque no esté ausente del todo como se vio cuando Cristo evadió caer en las trampas que se le tendían y que pudieron haber interrumpido prematuramente su misión, no es lo más importante. Su destino es el martirio, sellar con su vida el testimonio de vida entregada a cumplir un mandato divino. El político, aunque diga que está dispuesto a morir por sus ideas, sólo excepcionalmente llega al sacrificio. Cuando un político –cristiano dice con el ALBA hasta la muerte, se está confundiendo la vocación de martirio por la causa de Dios con un objetivo político de poca trascendencia, se está poniendo la ética del profeta donde debe estar la ética de la responsabilidad de que habla Weber.

¿Es realmente incompatible el cristianismo con la política? No necesariamente siempre que la lucha por el poder se revista de la ética necesaria y al ejercer el poder se tenga presente que el mismo es un medio para servir y no un fin. Siempre que no se manipule la conciencia religiosa de la gente para fines personales o de grupo. Requiere por parte del cristiano- político una absoluta coherencia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace, incluso entre lo que hace ahora, lo que ha hecho en el pasado y lo que hará en lo porvenir tanto en su vida pública como privada. Si no es así es mejor que no se intente servir a dos señores al mismo tiempo, a Dios y al Estado. ¿Entiendes, Méndez?

lunes, 15 de septiembre de 2008

LIBRES, SOBERANOS, I-DEPENDIENTES.

Fuente: lefranc.chez-alice.fr/honduras_e.htm

Si usted cree que somos independientes, póngale la N al titular. Si cree que no, déjelo como está. Pero, ¿qué significa ser libre como persona y ser independiente como Estado? Así como nadie es ni puede ser absolutamente libre, ningún Estado tiene una independencia absoluta. La única manera de lograrlo en uno y otro caso es mediante un aislamiento total, situación incompatible con la naturaleza humana. Los anacoretas y ermitaños, más bajo la influencia de los cínicos griegos que del pensamiento cristiano, en su deseo de huir del pecado del mundo, lo intentaron y fracasaron frente al otro modelo, el auténtico, que es vivir la fe, la esperanza y el amor en comunidad, el ágape que es el amor entre quienes profesan el mismo credo religioso. En cuanto a los Estados, tampoco es posible la independencia absoluta. Algunos llaman independencia a dejar de depender de Estados Unidos para depender de Rusia , de Caracas o de Managua, romper con el gigante para depender de un enano. El cambio de amo no es libertad ni independencia.


La reflexión anterior viene al caso porque, a propósito de la celebración del 15 de septiembre, hay grupos, para desgracia vinculados a la educación , que consideran las celebraciones de las fiestas patrias como vacías de contenido, porque dicen que no hay nada que celebrar en vista de que seguimos siendo dependientes. Si fuéramos dependientes, como de alguna manera lo somos, siempre habría que celebrar el 15 de septiembre, porque se trata de conmemorar un hecho histórico a cuya consecuencia nacimos como Estado y nos integramos a la comunidad internacional. Ese hecho, que nadie puede negar, tuvo una gran significación para los pueblos centroamericanos y así lo celebraron hombres y mujeres más patriotas que las actuales generaciones a quienes por algo llamamos próceres. ¿O hay alguien ahora que sea más patriota que Morazán, Valle o Cabañas? Lo dudo, con los Panchos.


¿No es digno de celebrar que hace 187 años de dejamos de ser colonia de España? ¿Y no es digno de celebrar también que ahora, dentro de otro contexto en la relaciones internacionales, seamos interdependientes con la madre Patria? La presencia de España en Honduras durante la época colonial ya ha sido juzgada por la historia en sus muchos aspectos positivos y negativos. Su presencia ahora sólo tiene aspectos positivos. ¿ O es que la independencia para ser tal tiene que ser como la antigua autarquía de las polis griegas, es decir autosuficiencia? Ningún pueblo es autosuficiente como ninguna persona lo es mi puede serlo. Somos interdependientes y eso lo dijo hace 25 siglos el autor de los Diálogos,


¿Creen ustedes, sabios anónimos, que la primera potencia mundial, los yanquis y pitiyanquis, son independientes en la forma absoluta como ustedes quieren que sea Honduras? Pues no hay tal culebra con cachos. Los gringos no aguatarían las insolencias del prócer Hugo Chávez si no fuera porque son dependientes de su petróleo: Tampoco aceptarían el incómodo papel de guardianes del medio oriente si no fuera porque en esa zona se encuentran los más grandes yacimientos del petróleo que necesitan y del cual son dependientes. ¿O por qué creen que el odiado imperio manda a sus diplomáticos a consultar a la Unión Europea y a las otras potencias cuando necesitan realizar una acción que puede alterar las relaciones existentes? Pues porque no goza de una independencia absoluta para hacer lo que le da la gana. ¿O creen, émulos de los sabios que en el mundo han sido, que la instalación de armas de largo alcance en Polonia, que ha irritado a Rusia, lo está haciendo EE UU, a contrapelo de la opinión de los otros miembros de la OTAN O NATO?


En un mundo de Estados soberanos, regidos por un entramado de normas de derecho internacional, hasta las potencias dependen unas de otras y hasta de los países pequeños cuando se trata de diseñar y ejecutar sus estrategias de nivel mundial o regional. Sólo en las mentes calenturientas cabe que un Estado puede decidir su política exterior amparado solamente en que en teoría es libre, soberano e independiente o que no debe celebrar el hecho histórico que lo llevó a convertirse en Estado solamente porque todavía no es absolutamente independiente. Eso equivale a decir que alguien no debe celebrar haberse curado de una enfermedad, porque no tiene seguro haber recobrado la salud total y para toda la vida.


Sigamos celebrando las fiestas patrias. Que se oiga el redoble de los tambores, y todo lo que suena en manos de los jóvenes estudiantes el día de la Patria. Que se oiga la voz destemplada de los funcionarios edilicios que año con año leen el acta de independencia, aunque pocos entiendan lo que dice. Que podamos seguir viendo la presencia obligada de los mandatarios y asistiendo a la celebración de una misa que más tiene de acto protocolario que de acto de devoción. Todo sin desmedro del esfuerzo colectivo que debemos hacer para darle a nuestra independencia política, la base económica y cultural por cuya ausencia parece que no fuéramos dueños de nuestras decisiones como Estado.


Que los periodistas hagan periodismo y no un coctel de religión, periodismo y acomodo interesado. Que los maestros enseñen de verdad con entusiasmo y entrega como corresponde a quien responde a una irresistible vocación. Que los agricultores cultiven con la satisfacción de quien está ayudando a alimentar a sus compatriotas para que puedan dedicarse a otros menesteres. Que los comerciantes pongan en su actividad un poquito de solidaridad social con sus clientes y con la comunidad en general. Que los industriales produzcan para el mercado interno y para exportar sin explotar a los trabajadores. Que los políticos actúen con la conciencia de quien conduce responsablemente el barco del Estado. (Perdón. Estaba soñando.)

domingo, 7 de septiembre de 2008

LAS CONVENCIONES EN EEUU.

Fuente: www.wikipedia.com

Pese a su importancia, ninguno de los hechos ocurridos en nuestro país en la última semana me motivó para dedicarle esta columna. Ni la merecida exclusión de Rambo de la selección. Ni el pleito entre las precandidaturas liberales a favor y en contra de Chilo Cruz. Ni la dolorosa situación de la inseguridad en nuestro país y el corolario de los dos últimos secuestros. Nada nuevo tengo que decir al respecto más que lamentar la indiferencia con que vemos una situación que nos conduce al desastre total. Ni las tomas de hospitales, de calles y las retenciones de oficinas públicas por funcionarios ya despedidos y sus simpatizantes lo que refleja solamente la pérdida total del principio de autoridad, por una aparte, y de la dignidad personal, por la otra. Sólo lamento que por falta de servicios de salud mí amiga y secretaria hace 15 días ande del timbo al tambo, muerta en llanto, con un hijo fracturado de la clavícula sin que haya sido posible su intervención quirúrgica.

En cambio me entusiasmaron las convenciones de los partidos Demócrata y Republicano en Estados Unidos. No soy pitiyanqui ni antiimperialista por principio. Las poses antiimperialistas y anticapitalistas me suenan a ideología pura. A muchos anti he visto caer rendidos ante lo que poco tiempo antes supuestamente aborrecían. Sin ningún temor de ser calificado por Chávez o los chavistas del patio como pitiyanqui, declaro que sentí envidia al ver la proclamación de los candidatos de los dos partidos de Estados Unidos en su respectivas convenciones . Sin ahorrase mutuamente las acostumbradas puyas al candidato contrario, porque esta cosa así es como dijo Mcccain, predominaron las alusiones respetuosas y de admiración mutua entre los candidatos.

Me sentí realmente entusiasmado al ver y oír cómo todos los candidatos sin excepción exaltan los valores de su familia, presentan a su esposa, a sus hijos, a sus padres aunque sean viejitos como la mamá del candidato republicano y hablan positivamente de la familia como base de la sociedad. Me llené de emoción al ver y oír cómo se ponen los valores cívicos por encima de los intereses personales y de partido. Se centran los discursos en un testimonio de cómo cada quien ha servido a su país y cómo piensan seguirlo sirviendo. Cada quien presenta su hoja de vida y resalta sus experiencia al servicio de su país. Nadie, ni aún la gobernadora de Alaska que sorpresivamente apareció propuesta como candidata a la Vicepresidencia por el Partido Republicano, pese a su juventud, resultó improvisada.

No son discursos demagógicos. Cada quien propone sus soluciones en política exterior e interior. Nadie tiene por qué llegar engañado a las urnas. Ya se sabe que Mcccain, al estilo Reagan, se propone recuperar el prestigio de su país como la primera potencia mundial. Prometió ahorrar 700.000 millones de dólares que su país da en ayuda a quienes, en su opinión, no lo merecen por ser enemigos de los gringos. Más claro no canta un gallo. ¿Entiendes, Méndez? Dijo ser enemigo de la guerra por haber sido una de sus víctimas, pero no eludió la confrontación especialmente con Rusia e Irán, por causas diferentes. Obama, menos fuerte en su testimonio personal por su juventud y poca experiencia, dejó claras las líneas de su proyecto y se apoyó en la experiencia de su Vicepresidente en materia de política exterior.

El Partido demócrata llevó a sus seguidores a optar entre un negro y una mujer por primera vez en la historia. Los republicanos, para no parecer menos, llevan a una mujer, por primera vez, a la Vicepresidencia. Se rompieron los paradigmas históricos en la primera democracia del mundo y qué bien. La señora Sara Pain se ganó el corazón de los convencionales por su testimonio público y privado, por su juventud y por la fuerza de sus convicciones. Eso demuestra que cuando una mujer es inteligente y sabe plantarse, hombres y mujeres se rinden ante su talento.

Qué lejos están los discursos vacíos de nuestros candidatos del valor cívico, la proyección a futuro y la personalidad de los estadistas. Que lejos la elegancia al referirse al rival, qué lejos de los pleitos entre nosotros. Lo respeto y lo admiro dijo Maccain de Obama y es un héroe nacional dijo Obama de su contrincante, pero ambos dijeron estar dispuestos debatir sus propuestas como se debe en una campaña donde está en juego la capacidad de cada uno para persuadir y convencer a los votantes.

Será una campaña interesante y la seguiré con interés sin llegar al extremo de muchos hondureños que se dividen entre republicanos y demócratas como si fueran a votar por uno u otro en Honduras. Los liberales quieren que ganen los demócratas y celebran su triunfo como propio y los nacionalistas hacen lo propio con los republicanos sin reparar que en política exterior, donde prevalece el interés nacional, son pocas las diferencias entre uno y otro.

Mi admiración por el pueblo norteamericano no pasa por el amor o el odio. Igual me ocurre con los alemanes a quienes conozco más de cerca por haber convivido con ellos. Hijo de campesino, desconfiado por principio, no me entrego fácilmente. No soy fanático a nada ni a nadie. Racionalidad sobre todo. Nunca me mataría con otro por fanatismo religioso, político o futbolero. Sólo entregaría mi vida por Honduras y por mi familia, pero como tengo más horizonte para atrás que para adelante quizá ni eso sea posible a estas alturas del juego.

Tengo la esperanza de que algún día entenderemos la política como una disputa ética, elegante, caballerosa por demostrar que se tiene más capacidad, más honradez , más valor cívico y más experiencia para servir a la Patria que otros, igualmente hondureños, honrados, capaces y valerosos.
Que Dios me oiga.