viernes, 16 de enero de 2009

¿LUCHA DE CLASES?

Es un matrimonio sin divorcio. No hay capital sin trabajo y no hay trabajo sin capital. Son los dos factores tradicionales de la producción. Ahora hay que agregar la tecnología, la energía, la calidad en los procesos de producción y de administración. Los trabajadores y los patronos son dos prisioneros amarrados a la misma cadena: para avanzar tienen que saltar a al mismo tiempo. Si uno quiere correr mientras el otro camina, ni uno ni otro podrán lograr sus propósitos. Ambos factores deben recibir una compensación justa a su esfuerzo, los patronos en términos de la rentabilidad y los trabajadores en sus salarios. Así funciona el sistema capitalista y por algo quienes han pretendido su destrucción han promovido la lucha de clases, la confrontación entre trabajadores y patronos.

Es una lástima que la humanidad no haya inventado un sistema económico basado en la participación conjunta en el esfuerzo y los beneficios para reducir o eliminar el sistema salarial. La cogestión y autogestión iban encaminadas a ese fin, pero su desarrollo requiere cambios culturales de largo plazo. El capitalismo descansa en los rasgos más negativos de la naturaleza humano: el egoísmo y la tendencia al sálvese quien pueda. Por eso todos los intentos de superar el sistema de explotación del hombre por el hombre han sido relegados al campo de la utopía, es decir a teorías deseables, pero no realizables.

Corresponde al Estado mediante la legislación laboral y las autoridades responsables de su aplicación, regular las relaciones entre el capital y el trabajo sobre la base de justicia y equidad. En ese marco legal, se da a patronos y trabajadores la oportunidad de que por mutua acuerdo vayan ajustando la distribución de los beneficios vía salarios según el desarrollo de la empresa. Si eso no se logra, asume el gobierno la responsabilidad de hacerlo en lo que se refiere al salario mínimo. Los empresarios de Honduras siempre habían jugado a esta última alternativa seguros de que el gobierno iba a estar a su favor al fijar salarios manejables. Esta vez, por falta de análisis, les falló el cálculo. El gobierno se pasó al otro equipo y sorprendió a los empresarios con un gol de media cancha.

Ojalá que, después de la sorpresa, las cosas vuelvan a su cause. Nadie ha dicho que la medida sea injusta por sí misma. Incluso los empresarios han argumentado la imposibilidad material del pago y no la injusticia de la orden gubernamental. Hay empresarios que ya venían pagando más del salario mínimo por la naturaleza de sus actividades que quizá requieren mano de obra calificada. Otros quizá lo hagan por sentido de justicia, porque no todos los empresarios tienen vocación de esclavistas. Otros aceptan la medida, porque ya han hecho cálculos de cómo pueden compensar la erogación adicional que tendrán que hacer.

¿Dónde está el pero principalmente? Pues en que la mediada es justa, pero no es equitativa, es decir que trató como iguales a desiguales. No es lo mismo una empresa transnacional que opere en el país, o una gran empresa nacional que una pequeña o mediana empresa. No es lo mismo producir en pequeña escala para un segmento del pequeño mercado nacional que producir en masa para la exportación. La capacidad económica es diferente. Los salarios que para una grana empresa serían como quitarle un pelo a un gato en relación con sus ganancias, para otras significaría su desaparición del mercado. Esa es una realidad y por lo tanto el Estado debe darle un trato diferenciado en materia tributaria y salarial. Para defender su media el gobierno dio a conocer las ganancias de las grandes empresas, pero no hizo referencia a la pequeña y mediana empresa que es el problema principal.

Otro aspecto en el cual ha hecho hincapié el dirigente Lucas Aguilera es que si los empresarios acuden al fácil expediente de aumentarle el precio a sus bienes y servicios como medidas de compensación, se cometerá una injusticia mayor porque aumentará la carga a los desempleados que ya están pagando una culpa que no es suya, sino de la sociedad y del Estado.

Los trabajadores han hecho bien en manifestarse en defensa del salario mínimo fijado, pero deberían de incluir la defensa de quienes no tienen trabajo y que van a pagar los patos de una fiesta de cuya alegría no participan.

¿A quién beneficia la medida sobre el salario mínimo? Pues en primer lugar a quienes tienen trabajo y que ganan menos de L.5.500. Totalmente justo y necesario. En segundo lugar la imagen del Presidente y su gobierno. Su imagen de Robin Hood que le quitaba al rico para darle al pobre quedará para la historia, aunque todo quede en ilusión cuando la inflación se coma este y todos los aumentos que vengan. ¿AL Partido Liberal? Pues depende si don Elvin aprecia esas medidas como correctas y quiera aprovechar en su campaña sus efectos en la conciencia popular.
¿A quién perjudica? A la pequeña empresa cuya rentabilidad es insuficiente para absorber el golpe. Pero podemos preguntarnos,¿ vale la pena mantener empresas, grandes o pequeñas, a costa del sacrificio de los trabajadores? Esto sólo puede resolverse si el Estado genera políticas que permitan a las empresas bajar sus costos de producción y mejorar sus mecanismos de comercialización.

El gobierno tiene todavía la oportunidad de volver equitativa una medida que es justa, porque no hay peor injusticia que tratar como iguales a desiguales. No es equitativo hacer que un sano y un cojo recorran la misma distancia en el mismo tiempo y en las mismas circunstancias. ¿De acuerdo?

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