Pleito entre comillas. Me refiero a la divergencia entre el Vicepresidente de la República y candidato presidencial Elvin Ernesto Santos y el titular del poder Ejecutivo con sus asesores sobre las declaraciones del primero en el sentido de que se están dando subsidios sólo a los diputados que simpatizan con la precandidatura del Presidente del Congreso, Roberto Micheletti. La información llevaba veneno, porque no se dijo lo anterior, sino que se había dado en Casa Presidencial un millón de Lempiras a los diputados para comprar su voluntad a favor de la aprobación del ALBA en el órgano legislativo. No se sabe si don Elvin dará las disculpas que le han pedido desde Casa presidencial, pero casi creemos que todo terminará con una reconciliación en privado.
La importancia del tema no está en lo que aparece superficialmente, sino en el fondo del asunto. ¿Por qué ocurren estas cosas? Primero por la cultura del fraude y de la imposición. Ni los mismos copartidarios (y no correligionarios, porque no comparten la misma religión) se confían entre sí. Elvin tiene un temor inocultable de que los liberales de Micheletti le hagan una mala jugada para restarle viabilidad o para eliminar su candidatura. Si esto ocurre entre miembros del mismo partido, ¿por qué nos extraña la desconfianza patológica entre todos los partidos, especialmente entre los grandes, que sólo tiene tregua cuando se trata de repartirse el poder y sus beneficios en las instituciones del Estado?
¿Por qué ocurren estas cosas? Porque tergiversando la institucionalidad republicana y democrática establecida en la Constitución en la cual están claramente definidas las atribuciones de cada poder del Estado, se han asignado funciones administrativas a los legisladores a fin de que promuevan proyectos en las comunidades para gestionar subsidios. De esta manera se garantiza la reelección indefinida de los diputados, porque nadie que quiera competir podrá hacerlo si tienen comprados los votos con los proyectos que promueven como si fueran pagados de su propio bolsillo. No se gana la reelección por el trabajo hecho como legisladores, sino por su labor como San Nicolás con los fondos del mismo pueblo. Y de esto no escapa ningún diputado y ningún partido. Esta es la razón por la cual el debate parlamentario entre gobierno y oposición ha desaparecido: todo se arregla mediante un intercambio de apoyos políticos por proyectos.
¿Por qué ocurren estas cosas? Porque violando principios que son inherentes a la democracia desde su origen, se ha vuelto costumbre luchar por el poder desde el poder mismo. Los dos candidatos más relevantes del Partido Liberal ocupan posiciones igualmente relevantes en la estructura del gobierno actual. Se trata de dos ciudadanos que muchos consideran con suficientes méritos para ser candidatos a la presidencia, pero se demerita su figuración pública cuando se les ve con dos pesados sombreros cada uno. Este comentario está inspirado en un alto espíritu cívico, porque si lo fuera por criterios de conveniencia personal debo decir que tengo un alto concepto de todos los involucrados en esta controversia. Y no sólo pasa con el actual partido de gobierno, porque fresco está el recuerdo de un Alcalde del Distrito Central que dedicó los cuatro años de su período a promoverse como candidato a la Presidencia hasta llevar al partido a una guerra entre precandidatos con las consecuencias que todos conocemos.
Algunos dicen que los liberales perderán las elecciones, porque van a llegar divididos a las elecciones generales. Si eso ocurre será por otras razones. Los liberales han aprendido la dialéctica del amor y el odio- Se dividen en el poder y se unen en la llanura, pero cuando se trata de enfrentar al eterno adversario se olvidan las heridas y marchan juntos. Al contrario de los nacionalistas a quienes el disfrute del poder los une y los divide la llanura. Menos acostumbrados al ejercicio democrático, han aprendido de la experiencia vivida en las elecciones pasadas y ahora procuran no ofenderse ni verse como enemigos.
Elvin es un buen muchacho y no sólo por su apellido. Dicen que padece de la soberbia del hijo de papá, pero yo lo encuentro humilde. Ya no lo veo en la parroquia, pero me gustaba verlo sin guardaespaldas, como cualquier hijo de vecino, acompañado de su esposa e hijos en la misa del domingo. Dice que somos parientes y me conviene creerlo. Ambas familias son de origen olanchano, aunque la suya haya salido en 1611 a fundar Olanchito y la mía haya salido más de doscientos años después hacia Ocotepeque. Su juventud puede traicionarlo. Debe ser manso como las palomas y astuto como las serpientes. Dejar el nerviosismo, transmitir una imagen de confianza en el triunfo sin dejar de tomar las precauciones del caso, porque el gallo viejo con el ala mata. Micheletti tiene méritos y cuenta con una larga experiencia. No opino sobre Maldonado, no porque crea que lo donaron mal, sino porque lo conozco menos-
Lo del millón de Lempiras no lo creo. El Presidente Zelaya ha demostrado habilidad en el manejo de la opinión pública, incluso recurriendo al conocido expediente de hacerse la víctima de poderes ocultos que supuestamente reaccionan en contra de sus medidas de cambio. La estrategia de ablandamiento de los sectores más críticos en torno del ALBA y una bien montada campaña publicitaria van creando el ambiente para que nazca un nuevo sol para Honduras sin mayor problema. Quienes se manifiesten en contra total o parcialmente se ganarán el calificativo de conservadores, reaccionarios, enemigos de los pobres y del cambio, porque socialismo y liberalismo, pese a lo que diga la Ciencia Política, es lo mismo. El Presidente no necesita recurrir al burdo procedimiento de compra de votos para lograr lo que se ha propuesto y que todos deseamos sea para el bien de Honduras. Por mi parte sigo desconfiando de la verborrea ideológica de Chávez y de sus posiciones guerreristas.
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