Una de las claves para analizar la estabilidad o inestabilidad de la autoridad en los grupos humanos es el problema de la legitimidad del poder. En el caso del poder político, el poder del Estado, el problema adquiere dimensiones mayores puesto que se trata de la comunidad total.
Veámoslo primero a nivel micro. ¿Se ha fijado usted que los hijos difícilmente obedecen la autoridad de otro hombre que no sea su padre, aunque sea el marido de su madre o viceversa? Es que no reconocen como legítima esa autoridad. Y cuando un extraño regaña o castiga a un niño, éste rechaza la corrección con el argumento de que ese tal no es su nana ni su tata.
Para que una autoridad sea obedecida necesita ser legítima, es decir que sea reconocida como tal autoridad. Pero la legitimidad, obtenida correctamente en su origen, puede perderse por exceso o por defecto. Igual riesgo de perder la autoridad corre quien abusa de la misma como quien no la ejerce y deja que el grupo caiga, por eso, en la anarquía. En ambos casos se cae en la desobediencia, en el desorden.
La legitimidad política puede definirse como el atributo del Estado y del gobierno que consiste en la existencia, en una parte relevante de la población, de un grado de consenso tal que asegure la obediencia sin que sea necesario, salvo en caso excepcionales, recurrir a la fuerza. La legitimidad está vinculada al sistema de creencias, ideas, tradiciones y costumbres que una comunidad tenga en relación con el poder y su ejercicio así como al sistema político que haya adoptado en el ejercicio de su soberanía y que normalmente está establecido en su Constitución.
España tiene arraigada en su población una cultura política monárquica, porque desde su origen como Estado-nación ha sido un reino y las dos veces que se le quiso imponer un sistema republicado se produjo una guerra civil, la última con resultados catastróficos. Los latinoamericanos, al contrario, tenemos una cultura republicana, porque nacimos como repúblicas y hemos conservado ese sistema de gobierno inventado por los romanos antes de Cristo. Si se nos quisiera imponer un rey no aceptaríamos como legítima su autoridad y nos negaríamos a obedecer sus órdenes, aunque fuera un rey santo y sabio como los ha habido en la historia de las monarquías.
Honduras ha optado por un sistema liberal-democrático, republicano y representativo. Dentro de ese marco es que los gobernantes reciben el mandato del pueblo por cuatro años. El sistema así caracterizado y establecido fija los límites dentro de los cuales se tienen que tomar la decisiones tanto de política interior como exterior. Quien por exceso o por defecto se salga de ese marco, cae en la ilegitimidad y corre el riesgo de ser desobedecido y conservar como único recurso el uso de la fuerza para conservar la autoridad.
Sólo el poder constituyente, el pueblo soberano, que es absoluto y extraordinario, puede cambiar el sistema político. En algunos países de América latina los gobernantes se han hecho elegir bajo la normatividad vigente y en su campaña han anunciado un cambio del sistema. La población al elegirlos da por aprobada su intención que después desde el poder se lleva a cabo mediante la convocatoria al poder constituyente para cambiar
Por todo lo dicho anteriormente es que ha merecido rechazo la conducta de don Hugo Chávez en su reciente visita a Honduras. Es como que se invite al vecino a nuestra casa y luego empiece a insultar a los anfitriones. Más sorprendente resulta si el anfitrión justifica y hace suyos los insultos del invitado. Estro sólo ocurre cuando huésped y anfitrión se pasan de copas. Porque es un insulto que se haya permitido calificar como vendepatria y pitiyanquis a quienes han sido críticos del ALBA.
Por eso resulta poco usual que el Presidente Zelaya haya sido electo por el Partido Liberal como liberal y en el camino se nos haya vuelto socialista, del socialismo chavista porque hay muchos socialismos y, además antiimperialista, cuando este fenómeno es un producto del capitalismo, la cara económica del liberalismo. ¿O es que el Presidente en sus largos años de liberalismo no se había dado cuenta que el capitalismo es hijo legítimo del liberalismo?
El pretexto de esos virajes es el combate a la pobreza y a la desigualdad social. Si para lograr ese propósito todos los países del mundo hubieran tenido que optar por el socialismo en cualquiera de sus múltiples versiones, el mundo sería socialista y no capitalista. Ahora resulta que los causantes de la pobreza son los liberal-capitalistas agrupados en el empresariado nacional y los salvadores de los pobres son los liberal-capitalistas que han desertado de su tradicional ideología.
Es peligroso que la desesperación por conseguir recursos que le permitan al actual gobierno terminar sus cuatro años sin caer en el colapso, nos lleve a vender el alma al diablo, a perder nuestra dignidad como pueblo, a repetir consignas propias de la guerra fría o a dividirnos en dos bandos, chavistas contra antichavistas, imperialistas y antiimperialistas, pitiyanquis contra pitichavistas, amigos y enemigos de los pobres, generosos con los dineros del pueblo y avaros con sus propios recursos.
No deslegitime su gobierno, señor Presidente. Busque el consenso y no se apoye en pequeños grupos solamente. Usted puede hacerlo.
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