viernes, 27 de marzo de 2009

¿CESARISMO EL DE ZELAYA?

Como el Presidente Zelaya y sus asesores no nos han dicho cuál es el modelo teórico que pretenden establecer en Honduras, quedamos en libertad para especular y eso es lo que pretendo hacer bajo el titular de esta columna. Lo que único que está claro es que han renegado del modelo liberal y neoliberal que su partido le ha ofrecido a la sociedad hondureña desde el siglo 19.

De entrada afirmo que el Presidente y su grupo han tratado consciente o inconscientemente de introducir una especie de cesarismo en la estructura política nacional. El nombre de este régimen político deriva del famoso líder Cayo Julio César, genial dirigente político y militar de la antigua Roma que, por el temor de que el pueblo lo proclamara rey, fue asesinado a las puertas del senado cuando se disponía a realizar una más de sus exitosas campañas militares.

El cesarismo inicial estuvo asociado a la idea de un poder fuerte que pudiera desligarse de los intereses de los grupos hegemónicos y de los individuos particulares gracias a un estrecho vinculo con el ejército con el objeto de articular una política equilibrada que respondiera más a los intereses globales de la sociedad. Actualmente se entiende por tal un régimen político caracterizado por un fuerte aparato estatal en comparación con el resto de la sociedad que logra gozar de de una considerable autonomía e independencia frente a todas las fuerzas sociales internas y los poderes externos. Para lograr la implantación del régimen cesarista se necesita que se den tres condiciones: un equilibrio entre las fuerzas sociales de manera que ninguna clase social tenga hegemonía sobre las otras, la independencia del Estado frente a las fuerzas sociales como consecuencia de la condición anterior y un líder carismático que por sus cualidades extraordinarias acapare la atención, el respeto y la admiración del pueblo.

El cesarismo ha recibido diferentes nombres según quienes, con algunas diferencias, lo han aplicado en la historia: bismarckismo por Otto Von Bismarck en Alemania, Bonapartismo por los dos regímenes napoleónicos en Francia y hasta se ha llegado encontrar rasgos de cesarismo en el fascismo de Hitler. El cesarismo es compatible con cualquier ideología, pero tiende más a derivar en un populismo de características especiales, en un socialismo también sui generis y sobre todo en una democracia plebiscitaria, es decir la que permite pasar por el agua sacrosanta de la voluntad popular lo que de antemano quiere el líder mediante la desinformación y la manipulación. Pasar de una democracia formal a una directa, han dicho aquí los funcionarios de gobierno en su respuesta al desatinado comunicado del Ministerio Público. El riesgo del cesarismo es que desnaturaliza y desprestigia los sistemas políticos en su base institucional. Los casos en que se ha logrado establecer en la historia de las sociedades, sobre todo europeas, ha sido en situaciones de transición cuando se debilitan los grupos hegemónicos del sistema anterior y todavía no se consolidan los grupos emergentes como en el paso de la sociedad medieval sostenida por la aristocracia a la sociedad capitalista impulsada por la burguesía que llevó al paso de una sociedad agrícola a una sociedad industrializada.

¿Se dan las condiciones en Honduras para un régimen cesarista? Parece que no. El grupo, cada vez más reducido que rodea al presidente, creyó encontrar en su persona al líder carismático capaz de aglutinar al pueblo y conducirlo a procesos de más larga duración que los cuatro años para los cuales fue electo. Había que crear las otras dos condiciones y eso era lo más difícil porque nadie puede trasformar al Estado de Honduras en un poder fuerte, independiente de los poderes internos y externos que tradicionalmente lo han dominado.

Tampoco se da en Honduras un empate entre las fuerzas sociales que impulsan un cambio del matiz que sea y quienes se oponen. Para crear esas dos condiciones el Presidente Mel ha dicho que ha enfrentado a las transnacionales y ha tenido amagos de antiimperialismo, pero su pasado como líder liberal vinculado a los poderes establecidos le ha restado credibilidad a sus intentos. Lo mismo pasa con su esfuerzo por potenciar a los grupos populares y debilitar a la empresa privada para llevarlos a un plano de equilibrio donde sea el Estado y su líder quienes fijen las reglas del juego e impongan las decisiones como requiere el cesarismo.

Creyendo que las condiciones están dadas, como en su momento hizo el General De Gaulle en Francia, se quiere convocar a un plebiscito para reformar la constitución bajo el argumento de que la actual ya se ha violado demasiado y se requiere una nueva para ya no violar una vieja sino una nueva, que ya tiene muchas reformas, que es muy vieja porque tiene más de 25 años, etc.

Aunque no pueda razonarlo como hacemos los pseudointelectuales, mucha gente sospecha que la prisa por convocar a un plebiscito simultáneamente con las elecciones generales lleva gato encerrado. Por supuesto que quienes viven de predicar un cambio necesario en la sociedad que nunca llevan a sus propias organizaciones en las cuales se han perpetuado por décadas, aplauden con las manos en el bolsillo para que no se oiga mucho la cuestión de la cuarta urna, manera disfrazada de llamar al plebiscito.

¿Cómo consagrar en una nueva constitución un modelo de régimen cuyos promotores no lo han diseñado en teoría y menos en la realidad porque no existen condiciones para hacerlo? Si se hace el plebiscito lo única que cabe preguntar es lo que se quiere en realidad: ¿Quiere usted que se elimine de la Constitución la prohibición de que los presidentes se reelijan? SI O NO.

Lo demás es pura pajita. ¿Estamos?

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