viernes, 24 de octubre de 2008

Emergencias ayer y hoy

Emergencia viene de emerger, de salir a flote- Es algo que surge de pronto y toma desprevenido a quien la padece. Se aplica a una enfermedad, a un accidente. Contingencia es la posibilidad de que algo ocurra o no. Si ocurre y es desastroso se convierte en una emergencia. Bien le viene a COPECO su nombre, porque se trata de una comisión que tiene que estar siempre preparada ocurra o no una emergencia.

Estamos ahora, por causa del exceso de lluvia, en una situación de emergencia. Ha sido declarada oficialmente por el gobierno para obviar ciertos trámites y atender a los damnificados con la urgencia del caso. Sin dejar de lamentar lo que ocurre, estas emergencias ya no deberían de serlo. Ocurren cada 20 años desde antes de que América fuera descubierta y sabe Dios si desde que se formó el continente a raíz del Big Bang. El mismo Colón quedó atrapado por estas mismas tempestades en la Isla de Jamaica en su último viaje cuando ya padecía de gota. Así me parece haberlo leído en la Biografía que sobre el descubridor escribió Madariaga, la misma donde nos revela la condición de judío de don Cristóbal o , por lo menos, descendiente de judíos conversos.

¡Que feo suenan esas alusiones librescas frente al drama humano de nuestros compatriotas! Es que se me chispoteó. Me contaba mi madre que su papá, mi abuelo para más señas, murió en septiembre de 1914 y que fue enterrado bajo una lluvia incesante que duró varios días. Eso ocurrió en la ahora llamada antigua Ocotepeque. 20 años después fue destruida totalmente la ciudad como efecto de la inundación producida por el río Marchala, una quebradita que se seca en verano, pero por un embalse que se hizo en la montaña y luego derramó todo su contenido sobre la ciudad, no quedó piedra sobre piedra, excepto el templo católico. Exactamente lo que acaba de ocurrir en un sector de Corquín, Copán, con todas las lamentables consecuencias que conocemos. Le tocó al gobierno de su general Carías ver todo sin poder hacer más que el plano para reconstruir la ciudad en el lugar donde se encuentra hoy.

Otros 20 años después, en 1954, cuando era apenas un niño, se supo de la tragedia que produjo la unión de los ríos Chamelecón y Ulúa, que corren paralelos por el valle de Sula, como consecuencia del mismo fenómeno lluvioso que estamos sufriendo. Fueron destruidas, como ahora, todas las cosechas cuando ya estaban a punto de ser recogidas. Mi hermano mayor, que había emprendido la aventura de trasladarse a la Costa Norte, nos envió una carta dándonos detalles sobre lo sucedido y la destrucción de su milpa, único tesoro del campesino nuestro. Fue el último año del gobierno de Gálvez y el principio de la dictadura de Lozano Díaz.

Otros 20 años después ocurrió el FIFI, fenómeno natural que destruyó la infraestructura de la Costa Norte, las cosechas y ocasionó ocho mil muertos. Gobernaba el General López Arellano, especializado en golpes de Estado a quien por cierto le costó mucho darse cuenta de lo que estaba sucediendo en el país que gobernaba. Cosas de la vida. Yo ya estaba crecidito y en mi condición de secretario ejecutivo del Consejo de Coordinación para el Desarrollo (CONCORDE), me tocó con mis compañeros gestionar recursos en el exterior y organizar las labores de asistencia. Andábamos entusiasmados por llevar a la práctica la Encíclica el Progreso de los Pueblos de Pablo VI.

Un poco más de 20 años después, en 1998, ocurrió el Mitch. Le tocó al gobierno de Carlos Roberto Flores enfrentar el desastre que fue superior a todos los mencionados anteriormente. Por su impacto en la vida nacional y por su cercanía en el tiempo, todos lo recordamos Y ahora, cuando todavía no nos recuperamos del Mitch y apenas diez años después, nos cae de nuevo un fenómeno lluvioso que al momento de escribir este comentario ha afectado a todo el país y aún no termina. Ha producido más de 20 muertos, miles de evacuados de sus lugares y ubicados en albergues improvisados por haber perdido sus viviendas.

De cada desastre hemos venido aprendiendo algo. Al vivo a señas y al tonto a palos como decían los viejos cuando yo todavía no lo era. . Se ha ido tomando conciencia de que muchas situaciones son prevenibles y otras, aunque inevitables, pueden ser manejadas de manera que causen el menor daño posible. Se han creado instituciones y mecanismos de coordinación por parte de la sociedad y el Estado, pero todavía hace falta que las personas, las familias y las comunidades dejen de exponerse al peligro al construir sus viviendas y en su comportamiento cotidiano. El primer responsable de su seguridad sigue siendo cada persona y la familia, con la ayuda lógicamente de los entes públicos.

En esta ocasión hay que hacer un obligado reconocimiento a los medios de comunicación gracias a cuyos servicios de información y denuncia ha sido posible que los organismos de socorro orienten su acción en forma más provechosa y pronta. HRN y Televicentro se improvisaron centros de acopio con mucho éxito. Igual reconocimiento hay que decir del gobierno. La idea de nombrar a un alto funcionario como responsable de la coordinación de la emergencia en cada departamento ha sido muy buena y mejor donde el funcionario nombrado ha tomado en serio sus responsabilidades.

Ahora, cuando termine la causa del desastre, le queda al actual gobierno y más al que sigue, reconstruir las obras de infraestructura dañadas, enfrentar el problema de la producción destruida y, primero y sobre todo, resolver los problemas humanos de la población afectada. Especialmente el problema de la vivienda.¿ Nos prepararemos mejor para dentro de 20 o menos años?

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