sábado, 8 de noviembre de 2008

Política y emociones

El triunfo de Obama no sorprendió a nadie , ni siquiera a Mccain. La gran discusión se ha centrado en las circunstancias que permitieron la derrota de un blanco, héroe nacional, frente a un muchacho negro de 47 años, desconocido fuera de Estados Unidos hace poco tiempo y que su triunfo haya sido tan aplastante. Todos los analistas coinciden en que esto sólo es posible en una democracia madura y seguro de sí misma como el sistema del pueblo, por el pueblo y para el pueblo suyo sobrevivencia en el mundo proclamó Lincoln en la oración de Gettysburg el 19 de noviembre de 1863, cien años y tres días antes del asesinato de Kennedy.


Hay coincidencia también en que el gobierno de Bush favoreció la pérdida de su partido y de su candidato. El problema de Irak y la crisis financiera actuaron como detonantes de su derrota electoral. Pero esas condiciones objetivas no hubieran sido suficientes sin las condiciones subjetivas que aportó el candidato Obama y su impacto en la opinión del electorado norteamericano. Fueron sus planteamientos y sobre todo su personalidad fresca, serena, segura, joven, la que obró el milagro de un cambio que pocos años antes nadie hubiera podido predecir. El éxito además se debió a su habilidad para presentarse como la encarnación de los valores que están en la raíz de la nación norteamericana y no como representante de una minoría negra que, aunque lo apoyaba así como la mayoría de la comunidad latinoamericana, no hubiera sido suficiente para darles el triunfo a los demócratas.


La otra parte de la discusión se ha centrado a nivel internacional en las expectativas sobre el rumbo que se dará a la primera potencia mundial bajo la administración Obama. Todos dan por hecho que las primeras medidas serán de política interna en el campo económico-financiero para restablecer la credibilidad en el sistema y evitar que el efecto dominó afecte a todas las economías del mundo vinculadas umbilicalmente a los Estados Unidos. Se da también por aceptado que la política exterior sustituirá la fuerza por el diálogo y la negociación tomando en cuenta que el mundo, gracias a la globalización, es ahora una unidad que se ve afectada por cualquier acontecimiento, aunque ocurra en los países otrora aislados y casi insignificantes.


¿Qué lecciones podemos sacar de las elecciones recientes en USA? La primera es, como lo dijimos, la madurez del sistema democrático, trabajada con la delicadeza de una obra de arte por todo un pueblo en la sucesión ininterrumpida de las generaciones. La superación del racismo ancestral. La naturalidad con que grupos de republicanos proclamaron su apoyo a Obama sin que eso se viera como traición a su partido. La calidad del debate político-electoral por su contenido, por el respeto que se dispensan los candidatos, por el criterio valorativo de los electores. Por la calidad de las convenciones, eventos masivos cuyas funciones han venido cambiando con el tiempo. Ya no son para elegir a los candidatos, aunque se siga realizando esa formalidad, sino un estallido ordenado de euforia por los candidatos que ya se conocen y por el partido.


Pero lo más importante fue ver ratificada una vez la verdad de que una campaña victoriosa es resultado de la inteligente combinación de una percepción correcta de la realidad presente, ideas claras y accesibles sobre las posibles soluciones, la presencia de un candidato que goce de credibilidad y que despierte olas de entusiasmo en los electores acompañado todo con la orquestación de una campaña que no sustituya ni opaque la actuación protagónica del candidato.


Mucho nos queda por hacer en Honduras. Nuestro sistema, que desde su origen en Atenas se define como el poder del pueblo, tiene cada vez menos la confianza del pueblo. El sectarismo, regado como un virus en todo el cuerpo social, echa por tierra cualquier intento de que marchemos todos en la misma dirección para realizar a mediano plazo un proyecto compartido de país. Los candidatos, a falta del carisma para entusiasmar con su presencia y su discurso, nos llenan de mensajes publicitarios a cuales más ridículos. La realidad marcha en una dirección y las campañas electorales por otra de manera que al elector se le hace difícil orientarse para tomar una decisión racional y satisfactoria al momento de elegir.


La política, dicen los alemanes siguiendo a Max Weber, se decide con la cabeza y se ejecuta con el corazón. Sólo las ideas no bastan. Sin emoción no hay política. La emoción sin ideas tampoco basta. Pero aunque haya emoción e ideas ningún candidato puede alcanzar el éxito si no cuenta con la credibilidad necesaria para que sirva de sustentación a sus llamados de apoyo.


¿Cuál es la percepción de la realidad que tienen los candidatos? Cuáles son las soluciones a corto, mediano y largo plazo que proponen? ¿Motivan? ¿Entusiasman? ¿Generan credibilidad? ¿Despiertan esperanzas en un futuro mejor para todos? ¿Tienen un pasado limpio? ¿Qué piensa y dice la gente que los conoce de cerca? ¿Cuáles han sido sus aportes al desarrollo nacional? ¿Los hemos visto tomar decisiones en condiciones imprevistas e inesperadas? ¿Qué dice su familia de su desempeño en el círculo familiar?


Habrá aplicar esa evaluación a cada uno de los candidatos y candidatas en la actual campaña y en la del próximo año. Sólo así podremos contar con una imagen correcta de cada candidato al momento de votar y sólo así podremos evitar que el brillo enceguecedor de la publicidad nos confunda y cacemos un gato creyendo que es una liebre. Veremos si Obama para los gringos y para el mundo es tan bueno como parece. Con ideas y emoción se hace la política, pero también con credibilidad.

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